Viernes 19 de Abril de 2024

SALUD EMOCIONAL

5 de enero de 2019

Los hijos de vacaciones sin sus padres

Las vacaciones de los hijos adolescentes solos suelen representar para los padres una vivencia teñida de temores.

Por: Por:Redacciòn colegio"Facundo Quiroga"

Fantasear la foto familiar sin la propia presencia genera ansiedad, temores, incertidumbre y hasta celos.

“Mi hijo se va de vacaciones sin mí”: cómo transitar los miedos y los celos. Fantasear la foto familiar sin la propia presencia genera ansiedad, temores, incertidumbre y hasta celos. Claves para no transmitirles el sufrimiento a los chicos.

Lo que se nos pone en juego a los padres en muchísimos de los casos no tiene que ver con lo que nuestros hijos puedan sufrir, sino con nosotros mismos.

Imaginar a su hijo disfrutando aquellos espacios que antaño eran patrimonio de la vida familiar le genera ansiedad, temores, incertidumbres, celos (una de las emociones más frecuentes en los seres humanos).

Fantasear la foto familiar sin la propia presencia genera una fuerte corriente autocompasiva, que no es otra cosa que pena por nosotros mismos.

Los hijos pueden pasarla de maravillas sin que esté uno de los padres presentes; podrán extrañar, es cierto, pero no es un sufrimiento que no puedan manejar.

Los conflictos se construyen puertas adentro de las cabezas de los adultos. ¡Y cuidado cuando los hijos quedan entrampados en medio de los miedos de los padres! Diferenciemos, por el bien de ellos, nuestros miedos más irracionales producto del proceso exogámico de desprendimiento y crecimiento de nuestros hijos, de aquellos temores prudentes y razonables en los riesgos del crecer.

¿Qué va a ser de ti lejos de casa?
De un lado, en el miedo de esta madre, la propia frustración por lo que no pudo ser, la foto sin ella, la carroza que se convierte en calabaza. Y del otro, uno de los fantasmas más complejos en la historia de las emociones: el miedo a soltar el control sobre nuestros hijos, el temor a que no sepan manejarse si no estamos cerca.

Cuando en las charlas hablo del arte de soltar a los hijos, los suspiros de los padres se multiplican como reacción natural frente a la sola mención de este tema. Dejarlos ir cuesta, asusta, nos convoca desde lo más primitivo.

Los hijos, por diferentes motivos, van despegándose de nuestro lado. Vivimos en tiempos donde el pegoteo se ha hecho teoría, desde la corriente de “crianza con apego”.

Debemos los padres estar lo suficientemente cerca para cuidarlos y lo suficientemente lejos para no asfixiarlos. Este es el axioma central, y si entendemos esto, entendimos todo.
Los espacios entre ellos y nosotros, conforme el tiempo pasa, son cada vez más escarpados, necesitan tomar distancia para después volver. El camino saludable del crecimiento es el que va de la endogamia a la exogamia. [Ende (adentro), exo (afuera), gamia familia].

Es saludable que los padres vayamos perdiendo información sobre ciertos ámbitos de las vidas de nuestros hijos.

Establezcamos contactos pautados con nuestros hijos (si son pequeños deberán ser a través del adulto a cargo) para ir aliviando nuestros miedos y ansiedades. Tengamos mucho recaudo de no trasmitir la propia angustia. Nos enyoguizamos, respiramos hondo y tratamos de recurrir a nuestro analista, amigos o mantras conocidos para no contagiar tristeza a los pequeños.
Mostrémosles que nosotros también estamos pasándola bien (y de paso intentemos realmente que esto suceda). Armemos programas interesantes, aprovechemos para hacer todas aquellas cosas que durante el año no podemos porque tenemos que estar con ellos. Disfrutemos genuinamente de esta distancia. Extrañemoslos, y que ellos hagan lo mismo ¡el reencuentro será hermoso! En el ir y volver se construye la libertad, lo mejor que podemos darle a nuestros hijos son alas.

 

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