Jueves 28 de Marzo de 2024

PSICOLOGIA

21 de noviembre de 2021

¿Qué podemos hacer para salir del agujero interior?

La clave está en la resiliencia.

La Pandemia muy tempranamente llevo a sufrir el encierro, el miedo, la soledad y la incertidumbre. Nos sobreponemos a esta situación tan tremenda e inesperada que nos ocurrió.

Nos encerramos, con miedo de salir a la calle, bañados en alcohol en gel y con una botella de lavandina al lado de la puerta para desinfectar cuanto objeto entrara a nuestro hogar. Nos tocó compartir, en ese espacio de miedo e incertidumbre, las 24 horas del día, los 7 días de la semana con las personas con las que convivimos. Si vivimos solos o solas, nos tocó estar en soledad todo ese tiempo.

Claro, al principio parecía que iba a ser más sencillo: empezamos a leer más (aunque en Argentina la industria editorial fue muy golpeada por la crisis, en Estados Unidos y Europa creció a niveles inesperados), vimos más películas y series por TV o streaming, y aprendimos a hacer masa madre. Después vino el bajón: muy tempranamente comenzamos a sufrir el encierro, el miedo, la soledad y la incertidumbre. 

¿Nos puede ayudar la ciencia a mejorar el estado de la salud mental?

Entre una semana y 2 meses, la cantidad de personas deprimidas aumentó en un 50%; en cambio, la ansiedad se mantuvo muy estable. ¿Qué pasó con el paso del tiempo? ¿Pudimos reponernos a este bajón inicial, o estamos en el subsuelo del desánimo?

La clave está en la resiliencia

 

 

Muchos artistas y científicos desarrollaron sus obras en cuarentenas: Boccaccio escribió el Decamerón mientras escapaba de la peste bubónica, entre 1351 y 1353; Shakespeare escribió algunas de sus obras más importantes en 1606, durante la cuarentena por la peste; Newton hizo sus grandes descubrimientos sobre gravedad, óptica y cálculo en 1665, mientras estaba encerrado para evitar otra pandemia; Edvard Munch sufrió la “gripe española” en 1919, época en la que pintó algunos de sus cuadros más famosos.

 O sea: hace rato que las cuarentenas están en la historia humana y, por ese motivo, hace rato que sabemos cuáles son sus efectos en las personas. En cuanto comenzaron los cierres en todo el mundo, los científicos y las científicas se pusieron a observar y tomar datos para ver qué estaba pasando.
La “resiliencia” es la capacidad de ciertos materiales de volver a su forma original después de haber sido deformados o modificados. La plastilina tiene poca resiliencia: si la apretás, va a perder su forma original; un globo inflado, en cambio, tiene mucha resiliencia: no importa cuánto lo toques y lo aprietes, siempre que no se reviente, va a volver a su forma original.

En el campo de la salud mental, se habla de resiliencia para referirse a la capacidad de enfrentar situación de estrés o crisis y superarla de manera relativamente exitosa. Es decir, la resiliencia es la capacidad de mantener la salud mental a pesar de las condiciones adversas. Para una situación como la que estamos viviendo, se trata de algo que tenemos que fortalecer, para evitar o disminuir todo lo posible el impacto negativo de la pandemia.

Ya vimos que la pandemia tuvo efectos tremendos en el aumento de la depresión, la ansiedad, el estrés crónico, los trastornos en el sueño, el uso de sustancias, etc. Pero vimos poco acerca de los factores que nos pueden proteger o preservar de esta situación tan difícil. Por ese motivo, el proyecto Dynamore de la Unión Europea se propuso conocer los aspectos que permiten predecir una mayor resiliencia frente a la crisis. Para ello, se realizó una encuesta en 24 idiomas durante la fase más intensa del encierro en Europa (del 22 de marzo al 19 de abril) en una muestra de 15.970 personas adultas. 

Los aspectos más importantes para prevenir los efectos negativos en la salud mental fueron, en primer lugar, el “estilo de evaluación positivo”, es decir, la tendencia a evaluar las situaciones de estrés de una manera positiva. Por ejemplo, quienes aprovecharon el encierro para aprender a tocar un instrumento musical o para ponerse al día con lecturas que querían hacer. 

En segundo lugar, ayudó a mantener una buena salud mental la “percepción de apoyo social”, es decir, por la manera en que vemos que somos queridos, estimados e incluidos por las personas más cercanas (amigos, familiares, etc.). En ese sentido, las videollamadas con amigos y amigas, los “zoompleaños” y el contacto frecuente con nuestras familias aunque fuera de manera remota nos llevaban a percibir ese apoyo y disminuir los efectos mentales negativos de la cuarentena. 

Un tercer factor que ayudó a la resiliencia en la situación de crisis fue el optimismo, es decir, la confianza en que la situación iba a mejorar. Por ese motivo es tan importante la divulgación de buenas noticias: el desarrollo de tratamientos y nuevas vacunas, ver a las personas sonrientes con su carnet de vacunación en las redes sociales, volver a algunas actividades, incluso planificar lo que vamos a hacer cuando la pandemia termine, ayudan a preservar la salud mental, aún en una situación de crisis inédita y prolongada, como la que estamos atravesando.

Todos estos factores de resiliencia probaron ser significativos en todas las categorías de género, edad y condición socioeconómica. Además, son factores protectores modificables, lo que significa que pueden -y deben- ser el objetivo de los esfuerzos de salud mental pública en esta y en futuras pandemias.

En definitiva, parece que la buena onda también salva vidas.

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