Viernes 29 de Marzo de 2024

2 de abril de 2016

Autismo Dìa Mundial de Concientizaciòn

Un trastorno del que se sabe poco y se sufre mucho
Uno de cada 150 chicos tiene algún grado de autismo, según la red de monitoreo de los EEUU (ADDM). En Argentina no hay estadísticas.

 

A primera vista parece un cumpleaños. Pero ¿por qué todos los globos son azules? ¡Para eso, para que lo preguntes! Para visibilizar un trastorno que sufre uno de cada 150 niños en el mundo. Aunque es muy común, la mayoría de los profesionales desconocen lo que es el TEA (Trastorno del Espectro Autista), por eso tardan de dos a cuatro años en dar con el diagnóstico. Mientras tanto, el niño con autismo pierde los mejores años sin estimulación ni tratamiento. Aunque no se cura, porque no es una enfermedad, puede ser abordado con terapias de integración social.

niños autistas

¿Por qué el color azul se asocia con el autismo? Porque recuerda el mar, a veces tranquilo y sereno y otras veces tormentoso. Así se presenta la conducta del niño con TEA.

“Es un chico caprichoso”, “es muy mimado”, “es sordo”, “es distraído”, “es mal alumno”, “es vago para caminar”... Con estos rótulos se etiqueta a la mayoría de los pacientes. “El pediatra me decía que Leo era muy mimoso, que había que darle tiempo. Me decía que yo estaba muy encima de él, que lo dejara solo, que él tenía mala conducta porque quería llamar mi atención. Mientras tanto el tiempo iba pasando y la situación empeoraba”, recuerda Soledad Juárez.

En el jardín, Leo tampoco tuvo suerte con su maestra. “Se porta mal, no hace las cosas, ni siquiera me mira”, se quejaba. Ocurre que una de las características del TEA es una mirada que no mira, sino que “traspasa”. 

Cuando son bebés no contestan los intentos de comunicación de las madres, cuando son grandes les cuesta comunicarse con los demás y juegan solos. 

Leo y unos 20 chicos más juegan en un pelotero que alquiló el grupo TEA Padres Tucumán, mientras los grandes comparten experiencias y se ayudan entre sí. “Nos reunimos los segundos domingos de mes en la casa de alguno. El grupo surgió en respuesta al problema de las obras sociales que no cubren los tratamientos”, explicó Fabián Rivas, papá de Lucía, de cinco años. “Casi no hay profesionales que diagnostiquen ni colegios que reciban a chicos con autismo. El Estado no llega con programas de ninguna clase. La sociedad no conoce, no ha visibilizado esto”, dice Mariela Silvia Andrada, mamá de un joven de 21 años con autismo. “Hay obras sociales como el Subsidio de Salud que no cubre las terapias. Muchos padres deben pagar en forma particular la maestra integradora”, denuncia Valeria Albornoz. “A mí me costó mucho conseguir colegio, porque no te reciben, te dicen que el cupo ya está cubierto”, recuerda.

Gladys Sánchez tiene tres hijos pero Joaquín, diagnosticado con autismo severo a los tres años y medio, le cambió la vida. La llevó a estudiar la problemática y a inventar y fabricar juegos especiales para su hijo, que ahora se comercializan. Así relata su experiencia: “Joaquín era hiperactivo, no se lo podía contener, tenía movimientos repetitivos, no fijaba la mirada y no hablaba. Yo me desesperaba por comunicarme. Así que me sumé a su juego. Él saltaba y yo saltaba, el arrojaba cosas y yo también lo hacía. Si él gritaba, yo gritaba. Al principio yo vivía moreteada porque él se enojaba. Pero nos fuimos entendiendo, y ahora él habla y aprende muchas cosas”. 

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