Sabado
5 de Octubre de 2024
27 de octubre de 2016
Desde muy pequeños, niños y niñas tienen acceso a estos equipos y rápidamente consiguen utilizarlos aprehendiendo en este nuevo modo de conquistar el conocimiento. La tecnologìa le ocaciona dificultades durante su alfabetización y para sostener la atención en clase.
En los tiempos que corren, es frecuente encontrarnos con niños y niñas que presentan ciertas dificultades en el aprendizaje escolar, algunas vinculadas con la alfabetización, otras con su capacidad para sostener la atención.
La palabra "aprender" proviene de "apprehendere", que significa perseguir. Se considera que aprender implica buscar, atrapar el conocimiento. Mientras que la palabra "atención" remite a la "acción de atender, aguardar, esperar y aplicar voluntariamente el entendimiento hacia un objeto". La realidad actual denuncia la complejidad que implica llevar adelante estas tareas. Puesto que las nuevas tecnologías ofrecen una manera particular de acercamiento al conocimiento: rápida, inmediata y simultánea. Internet brinda una búsqueda que se sostiene en la inmediatez y la simultaneidad. Con apenas un click se obtiene información diversa y con apenas otro puede abrirse una nueva ventana al conocimiento, y así otras tantas que acontecen en el mismo instante, requiriendo solamente de algunos segundos de espera.
Desde muy pequeños, niños y niñas tienen acceso a estos equipos y rápidamente consiguen utilizarlos aprehendiendo este nuevo modo de conquistar el conocimiento. Al mismo tiempo, que no se requiere de la intervención de otro que lo facilite o vuelva más accesible. Basta entonces que un pequeño interactúe con un dispositivo sin que medien explicaciones, palabras, lenguaje.
Rol protagónico
Sin embargo, durante la infancia temprana el lenguaje cumple un rol protagónico. No sólo permite comunicar-nos con otros sino que, además, tiene por función moldear la conducta; en tanto que opera como regulador del comportamiento humano. Así, es el lenguaje del adulto el que, inicialmente, actúa como promotor de la organización de la conducta infantil hasta tanto sea su propio lenguaje el que ordene sus acciones y pensamientos.
En este sentido, todo aprendizaje se desarrolla a partir de la internalización de prácticas sociales, siendo el lenguaje la herramienta fundamental con la que cuenta el ser humano. Aprendemos en la interacción con otros siempre. Pero las nuevas tecnologías ofrecen un modo de interactuar diferente, que convocan a objetos y no a sujetos. Por lo cual, también se han gestado nuevos modos de jugar y pensar en soledad. Los niños y las niñas no necesitan desplegar sus recursos comunicativos y lingüísticos porque no existe otro con quien conversar sino un objeto con el cual interactuar.
Mientras tanto, la escuela continúa ofreciendo una búsqueda del conocimiento distinta: cuenta con un docente, que con pizarrón y tiza en mano, debe motivar a sus alumnos en el aprendizaje; debe enseñarles que la espera es necesaria, que la palabra de otro mediará ese aprendizaje, que aprender no es cuestión de segundos, que un único estímulo puede ser suficiente para ofrecer nuevos conocimientos. Y, es justo aquí, donde el desencuentro acontece.
Es imprescindible comprender que la cultura atraviesa nuestra condición de humanidad y que, por lo tanto, los niños y niñas de hoy difieren bastante de aquellos que fuimos alguna vez. Es necesario comprender que muchas de las dificultades del aprendizaje escolar, que presentan los alumnos actuales, devienen de la época a la que asistimos, de los efectos que las nuevas tecnologías han promovido en la subjetividad, la comunicación, el lenguaje y, por lo tanto, en el proceso de aprendizaje infantil.
Pero, además, nos encontramos en una era fuertemente marcada por el discurso médico y la necesidad de realizar diagnósticos que operen como sentencias, que nombren a esas dificultades para responder a los designios del "mercado de la salud". La situación actual de las infancias no sólo se vuelve compleja sino también riesgosa: se pretende adjudicar causas biológicas o neurólogicas a cualquier dificultad, a la singularidad de estas nuevas infancias; desatendiendo al contexto histórico-social-cultural actual.
En la medida en que se supone que la única causa posible se encuentra en el cerebro, se desestiman otros factores que intervienen en el proceso de aprendizaje escolar. Este grosero error, que además es publicitado por las neurociencias tanto en medios de comunicación masiva como a través de la información que circula en la web, solamente considera a los factores orgánicos omitiendo que un niño es mucho más que un cerebro.
Complejo proceso
Esta concepción exclusivamente biologicista pareciera desconocer que la alfabetización constituye un complejo proceso que requiere del deseo de quien aprende, de recursos subjetivos, comunicativos, lingüísticos y cognitivos por parte del niño; que requiere de intervenciones pedagógicas que promuevan un aprendizaje significativo; que se necesita de un ambiente social, cultural y familiar que ofrezca oportunidades de encuentro con la lectura y la escritura; que la biología no es el único factor que puede obturar el aprendizaje escolar.
Así, este enfoque desestima que aprender implica transitar un camino sinuoso, dificultoso, complejo y singular; desconociendo que las diferencias son inherentes a nuestra condición de humanidad y que, por lo tanto, deben ser valoradas.
Desde esta mirada, la lectoescritura es pensada como una serie de habilidades perceptivo motrices que deben entrenarse para ser reproducidas; porque el niño es apenas el depósito de una serie de conductas que deben ser "aprendidas", cual adiestramiento que carece de todo rasgo de humanidad. Porque desconoce los desafíos a los que se enfrenta todo aprendiz en el encuentro con la lectoescritura. Porque aprender a leer no es reconocer y descifrar letras, aprender a leer requiere de una serie de procesos que permitan hallar sentido en aquello que está escrito. Porque escribir no es simplemente trazar o diseñar grafías, implica apropiarse y hacer uso de un nuevo lenguaje, de un sistema de representación diferente a la oralidad que permite comunicar, expresar, relatar, narrar y exponer ideas.
Y para fortalecer esta concepción netamente biologicista se requieren diagnósticos que patologicen cualquier dificultad para ofrecer "curas" o "recetas mágicas", que borren la singularidad de cada sujeto. Así, y en el mejor de los casos, se proponen idénticas baterías de terapias cognitivo-conductuales; porque la medicalización de las infancias es el mayor riesgo, al que muchos niños y niñas están siendo sometidos actualmente.
Sin dudas, existen alumnos que requieren ciertas intervenciones terapeúticas, pedagógicas. Y es fundamental que puedan recibir los recursos que fueran necesarios para propiciar sus posibilidades de aprender pero sin la necesidad de cargar con un diagnóstico que no les pertenece, sin la obligación de obtener una certificación que indique que son disléxicos o discapacitados cuando no lo son, aunque presenten dificultades o requieran ciertas ayudas. Porque aprender es cosa seria. Porque un niño es siempre un niño, nunca un diagnóstico o una etiqueta.
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