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SOCIEDAD
4 de abril de 2021
Cuanto mayor es la sintonía física entre dos personas, mayor es la semejanza entre sus estados de ánimo.
El altruismo, la lectura emocional, la facultad de predecir acciones de otros, percibir de manera instantánea el estado interior de otras persona o comprender sus sentimientos y pensamientos… son otras capacidades a nuestro alcance.
Nuestra mente es permeable y está interconectada con otras mentes, unidas por un hilo invisible.
Solo necesitamos reeducarnos para tener una actitud más abierta y receptiva, en disposición para aprender, porque mantenemos todo el tiempo un diálogo inconsciente con todas las personas con las que nos relacionamos, en una especie de matriz interpersonal.
El sufismo nos regala una maravillosa enseñanza en este sentido: la de los místicos Kamal Posh, los "poseedores de manta", que era su única pertenencia.
Cuenta lo siguiente: estos místicos viajaban en tiempos de Mahoma por todo el mundo sin que nadie llegara a satisfacerlos interiormente. El Profeta estaba sentado junto a sus compañeros cuando predijo que no muy tarde llegaría el grupo de los Kamal Posh.
Y así sucedió. Cuando se sentaron junto a él, no pronunció palabra, y sin embargo los Kamal Posh se sintieron completamente satisfechos. Estuvieron en silencio, la mente no parloteaba. Había creado amor en sus corazones, y era una emoción tan potente que se sentían impregnados.
No había queja, porque la queja solo aparece cuando el corazón no está agradecido, y el acto de agradecer va unido al silencio.
Cuanto mayor es la sintonía física entre dos personas, mayor es la semejanza entre sus estados de ánimo. Cuando el estado de ánimo es positivo, entonces la conexión interna con otras personas reporta grandes beneficios para quienes lo perciben, tanto para la mente como para el cuerpo.
Y es que no solo las ondas cerebrales de una persona pueden sincronizarse con el corazón de otra, también pueden hacerlo acelerándose o ralentizándose antes de las buenas o malas noticias, al recibir el corazón esa información justo antes de hacerlo el cerebro.
La conexión entre una madre y su bebé
En la relación de amor entre una madre y su bebé, aquella busca la sincronización imitando los sonidos y gestos del hijo y crea un vínculo mucho más armónico y una gran comunicación.
Quizá por ello se está empezando a pensar que la mayoría de las madres acunan a su bebé del lado izquierdo, porque mientras mantienen la diminuta oreja derecha del pequeño pegada a su pecho pueden hablarle al oído izquierdo, que está más cerca y estimula el lado derecho de su cerebro.
De esta manera se promueve una conexión emocional directa y se alcanza así más rápidamente el momento de sincronicidad.
Lo maravilloso es que, en esa unidad madre-hijo que se establece, la sincronicidad entre ambos regula el equilibrio interno del bebé e incrementa la posibilidad de conexiones sinápticas, sin contar con que el bebé está aprendiendo a sintonizar emocionalmente mucho antes de saber hablar.
Comprender nuestra mente a través de la de los demás
En la obra de Carl G. Jung El hombre y sus símbolos se cuenta que, si bien los innu de Quebec y Labrador (Canadá), también llamados el "pueblo perfecto", experimentan el centro interior sin ayuda de doctrina alguna, los indios navajos recuperan el equilibrio interior mediante mandalas pintados.
Con ellos vuelven a la armonía tanto personal como con el Cosmos, y dan de este modo el verdadero significado a sus vidas.
La quietud que se experimenta al percibir el estado interior se refleja en sánscrito en dos palabras: samadhi, que significa conciencia plena, y vipassana, que se traduce habitualmente por lucidez, clarividencia, sabiduría.
Ambas palabras se refieren a calmar los altibajos de la mente agitada y observar por tanto el mundo sin los espejismos que nos ocultan muchas veces la realidad.
El yoga ayuda a conseguir un mayor sentido de unidad mediante la quietud de la mente y el "simplemente estar", que es posible alcanzar con mayor prontitud si las asanas o posturas de esta disciplina, que actúan al mismo tiempo sobre el cuerpo y la mente, se practican lo más lentamente posible con el fin de afectar a las secreciones glandulares del sistema endocrino. Con una respiración lenta y dirigida, esto mejora notablemente el estado de ánimo.
En Narciso y Golmundo, Herman Hesse representa con brillante narrativa la unión de los contrarios.
Con increíble pulcritud literaria convierte la mente y el cuerpo en una suerte de personajes antitéticos que por momentos se confunden con una misma imagen de soledad cuando están separados, para volverse a bifurcar en una búsqueda interior en solitario, abandonados a sus propios recursos, aunque una y otra vez no tienen escapatoria y vuelven a necesitarse.
En esta novela de aprendizaje, esta bildungsroman intimista trenza sentimientos contradictorios que reflejan la necesidad humana de encontrar los atajos para lograr la unidad interior.
"Tú eres artista y yo pensador. Tú duermes en el regazo de la madre y yo velo en el desierto…", dice Narciso a Golmundo, contraponiendo así lo racional a lo irracional, el intelecto a la imaginación, lo real a lo ideal, lo concreto a lo abstracto, pero sin dejar de ser ambos parte de una misma totalidad que se unifica y florece cuanto mayor es la aceptación de que la unidad es lo único que puede vencer al miedo a abrir nuestro corazón.
El miedo es lo único que puede impedir que se quite la luz que ilumina las vías que nos llevan a nuestro interior y con ello la maravilla de comprender nuestra mente entendiendo la de los demás
“No te establezcas en una forma, adáptala y construye la tuya propia, y déjala crecer, sé como el agua. Vacía tu mente, sé amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella. Si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede chocar. Sé agua, amigo mío”.
La vida es un 20% las cosas que nos pasan, y un 80% cómo nos las tomamos.
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