Sábado 20 de Abril de 2024

ESCUELA DE PADRES

31 de mayo de 2018

¿Que es el Sacramento del Matrimonio?

Por: Por:Redacciòn colegio"Facundo Quiroga"

El matrimonio es una sabia institución del Creador para realizar su designio de amor en la humanidad.

 La unión conyugal tiene su origen en Dios, quien al crear al hombre lo hizo una persona que necesita abrirse a los demás, con una necesidad de comunicarse y que necesita compañía. “No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a él.” (Gen. 2, 18). “Dios creó al hombre y a la mujer a imagen de Dios, hombre y mujer los creó, y los bendijo diciéndoles: procread, y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla”.(Gen. 1, 27- 28). Desde el principio de la creación, cuando Dios crea a la primera pareja, la unión entre ambos se convierte en una institución natural, con un vínculo permanente y unidad total (Mt. 19,6). Por lo que no puede ser cambiada en sus fines y en sus características, ya que de hacerlo se iría contra la propia naturaleza del hombre. El matrimonio no es, por tanto, efecto de la casualidad o consecuencia de instintos naturales inconscientes.

El matrimonio se define como la alianza por la cual, - el hombre y la mujer - se unen libremente para toda la vida con el fin de ayudarse mutuamente, procrear y educar a los hijos. Esta unión - basada en el amor – que implica un consentimiento interior y exterior, estando bendecida por Dios, al ser sacramental hace que el vínculo conyugal sea para toda la vida. Nadie puede romper este vínculo

Por medio del matrimonio, los esposos se perfeccionan y crecen mutuamente y colaboran con Dios en la procreación de nuevas vidas.

El matrimonio para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de Cristo su Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su Iglesia (Cfr. Ef. 5, 25-32). Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando se contrae el sacramento.

El matrimonio posee todos los elementos de un contrato. Los contrayentes que son el hombre y la mujer. El objeto que es la donación recíproca de los cuerpos para llevar una vida marital. El consentimiento que ambos contrayentes expresan. Unos fines que son la ayuda mutua, la procreación y educación de los hijos.

Institución

Hemos dicho que Dios instituyó el matrimonio desde un principio. Cristo lo elevó a la dignidad de sacramento a esta institución natural deseada por el Creador. No se conoce el momento preciso en que lo eleva a la dignidad de sacramento, pero se refería a él en su predicación. Jesucristo explica a sus discípulos el origen divino del matrimonio. “No habéis leído, como Él que creó al hombre al principio, lo hizo varón y mujer? Y dijo: por ello dejará a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne”. (Mt. 19, 4-5). Cristo en el inicio de su vida pública realiza su primer milagro – a petición de su Madre – en las Bodas de Caná. (Cfr. Jn. 2, 1-11). Esta presencia de Él en un matrimonio es muy significativa para la Iglesia, pues significa el signo de que - desde ese momento - la presencia de Cristo será eficaz en el matrimonio. Durante su predicación enseñó el sentido original de esta institución. “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. (Mt. 19, 6). Para un cristiano la unión entre el matrimonio – como institución natural – y el sacramento es total. Por lo tanto, las leyes que rigen al matrimonio no pueden ser cambiadas arbitrariamente por los hombres.

Fines del Matrimonio

Los fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos. (Cfr. CIC no. 1055; Familiaris Consortio nos. 18; 28).

El hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno - como personas - expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta necesidad lo lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad de fecunda de amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su crecimiento y a alcanzar la salvación. Esta ayuda mutua se debe hacer aportando lo que cada uno tiene y apoyándose el uno al otro. Esto significa que no se debe de imponer el criterio o la manera de ser al otro, que no surjan conflictos por no tener los mismos objetivos en un momento dado. Cada uno se debe aceptar al otro como es y cumplir con las responsabilidades propias de cada quien.

El amor que lleva a un hombre y a una mujer a casarse es un reflejo del amor de Dios y debe de ser fecundo (Cfr. Gaudium et Spes, n. 50)

Cuando hablamos del matrimonio como institución natural, nos damos cuenta que el hombre o la mujer son seres sexuados, lo que implica una atracción a unirse en cuerpo y alma. A esta unión la llamamos “acto conyugal”. Este acto es el que hace posible la continuación de la especie humana. Entonces, podemos deducir que el hombre y la mujer están llamados a dar vida a nuevos seres humanos, que deben desarrollarse en el seno de una familia que tiene su origen en el matrimonio. Esto es algo que la pareja debe aceptar desde el momento que decidieron casarse. Cuando uno escoge un trabajo – sin ser obligado a ello - tiene el compromiso de cumplir con él. Lo mismo pasa en el matrimonio, cuando la pareja – libremente – elige casarse, se compromete a cumplir con todas las obligaciones que este conlleva. No solamente se cumple teniendo hijos, sino que hay que educarlos con responsabilidad.

La maternidad y la paternidad responsable son obligación del matrimonio. 

Es derecho –únicamente - de los esposos decidir el número de hijos que van a procrear. No se puede olvidar que la paternidad y la maternidad es un don de Dios conferido para colaborar con Él en la obra creadora y redentora. Por ello, antes de tomar la decisión sobre el número de hijos a tener, hay que ponerse en presencia de Dios –haciendo oración – con una actitud de disponibilidad y con toda honestidad tomar la decisión de cuántos tener y cómo educarlos. La procreación es un don supremo de la vida de una persona, cerrarse a ella implica cerrarse al amor, a un bien. Cada hijo es una bendición, por lo tanto se deben de aceptar con amor.

El Signo: la Materia y la Forma

Podemos decir que el matrimonio es verdadero sacramento porque en él se encuentran los elementos necesarios. Es decir, el signo sensible, que en este caso es el contrato, la gracia santificante y sacramental, por último que fue instituido por Cristo.

La Iglesia es la única que puede juzgar y determinar sobre todo lo referente al matrimonio. Esto se debe a que es justamente un sacramento de lo que estamos hablando. La autoridad civil sólo puede actuar en los aspectos meramente civiles del matrimonio (Cfr. Nos. 1059 y 1672).

El signo externo de este sacramento es el contrato matrimonial, que a la vez conforman la materia y la forma.

La Materia remota: son los mismos contrayentes.

La Materia próxima: es la donación recíproca de los esposos, se donan toda la persona, todo su ser.

La Forma: es el Sí que significa la aceptación recíproca de ese don personal y total.

Efectos

El sacramento del matrimonio origina un vínculo para toda la vida. Al dar el consentimiento – libremente – los esposos se dan y se reciben mutuamente y esto queda sellado por Dios. (Cfr. Mc. 10, 9). Por lo tanto, al ser el mismo Dios quien establece este vínculo – el matrimonio celebrado y consumado - no puede ser disuelto jamás. La Iglesia no puede ir en contra de la sabiduría divina. (Cfr. Catec. nos. 1114; 1640)

Este sacramento aumenta la gracia santificante.

Se recibe la gracia sacramental propia que permite a los esposos perfeccionar su amor y fortalecer su unidad indisoluble. Está gracia – fuente de Cristo – ayuda a vivir los fines del matrimonio, da la capacidad para que exista un amor sobrenatural y fecundo. Después de varios años de casados, la vida en común puede que se haga más difícil, hay que recurrir a esta gracia para recobrar fuerzas y salir adelante (Cfr. Catec. no. 1641)

Matrimonio Civil

El matrimonio civil es el que se contrae ante la autoridad civil. Este matrimonio no es válido para los católicos, el único matrimonio válido entre bautizados es el sacramental. En ocasiones es necesario contraerlo –depende de las leyes del país – porque es útil en cuanto sus efectos legales. Los católicos casados – únicamente – por lo civil, deben casarse por la Iglesia.

Ocho características del sacramento del matrimonio

 

1) Celebración   El matrimonio es un proceso de relación de amor entre un  hombre y una mujer. Su  inicio y su trayectoria variarán en cada caso. En cuanto es un proceso de dos personas libres, el  final no está predeterminado. El enlace  sitúa ya  en la dinámica  de crecimiento.  La necesidad que ha surgido de publicar y celebrar el amor se alarga a todo el camino. La fecha de la boda es para ser celebrada, recordada como  una oportunidad de tomar el pulso a la relación y para cobrar nuevo impulso. En el caminar es donde el enamoramiento se va transformado en amor decidido, contrastado, purificado, celebrado.   2) Proclamación   La celebración pública del amor es proclamación. Es una confesión de fe en el esplendor del amor. Sea cual sea  la configuración de la celebración, implica un canto a la experiencia del amor que se ha consolidado de tal manera, que tiene vigor para afrontar el futuro, con todas sus situaciones, sus sorpresas y oportunidades. Celebrar la boda es apostar por la realización de una aspiración profunda de los cónyuges. Es  confesión de autoconfianza. Proclama que la  belleza y la necesidad de arriesgar juntos pertenece a la dinámica del amor.   3) Significación   Al amor humano entre hombre y mujer, reconocido y revelado, se convierte en un elocuente signo. Remite a un amor más grande. El signo se presenta con claridad y solemnidad en la celebración. La ceremonia de la boda es un acto cuya sombra se alarga por toda la vida. Se inicia un proceso de la historia de amor que lleva el sello de la significación. Está bajo la dinámica de la significación: el diálogo, la ternura, la convivencia, la ayuda mutua son formas concretas de ese signo de amor que es el matrimonio. La dinámica del amor lleva  a la creciente presencia de uno en el otro. Ello implica  intimidad y pertenencia, cuyo resultado es  la experiencia de “una sola carne”. Un matrimonio así no pasa desapercibido; es significativa para su entorno. Irradia y atrae.   4) Actualización   Al mismo tiempo que significa la alianza de amor de Cristo con la Iglesia, la actualiza. No pertenece al pasado; es una realidad presente. Vivir el proceso sacramental implica que en la vida diaria se actualiza la filiación divina de los cónyuges. El amor eterno con que son amados, se actualiza, se hace visible y tangible en los gestos conyugales. Cada uno  se convierte en mediador del amor de Dios para el otro. Y, juntos, transparentan la presencia del Espíritu, que sigue reuniendo a la Iglesia y convirtiéndola en sacramento de salvación.   5) Activación   El sí quiero del día de la boda se activa a lo largo de la vida conyugal. Las historias personales se unen para construir una historia común. Se trata de una historia sagrada. Los cuidados y servicios de cada día son activación del sí inicial. Los besos, las caricias ratifican el acto inicial. También lo hace el discernimiento para la toma de las decisiones que van configurando la historia común. Incluso la experiencia de las heridas y   del perdón es despliegue del aquel sí inicial, dado ante la familia, la Iglesia y ante Dios.   6) Comunicación,   El sacramento  del matrimonio es una bendición para los cónyuges. Además, a través de ellos, llega la bendición a su entorno; comunican lo que viven; dan testimonio de su relación; son testigos de la capacidad transformadora del amor. El milagro del amor conyugal se comparte con las personas con las que se comparte la vida, el trabajo, la amistad. La experiencia del amor incondicional es de tal esplendor que se no puede guardar.   7) Agradecimiento   Es lo mejor que les ha pasado en la vida. El día de la boda se convierte en un día memorable para los dos. En adelante va a ser una fecha decisiva en el calendario personal.  Configura el tiempo de la memoria; a partir de esa fecha se  cuentan los años. Es un punto de referencia para recordar y agradecer a Dios que ha hecho posible el encuentro y ha despertado el amor conyugal.   8) Bendición   La bendición nupcial forma parte de la liturgia sacramental. Es una parte importante del acontecimiento. Sobre todo, sin embargo, es importante en la vida matrimonial. Casarse es darle al cónyuge un poder sobre ti. Le das el poder de bendecirte  y también de herirte. Le confieres el gran poder de confirmarte en tus cualidades, en tus esfuerzos, en tu crecimiento personal. El amor del cónyuge tiene el poder de despertar en ti la vida, de renovarla. Es  él o ella   quien va a constituir una de motores potentes de tu vida. Gracias a su amor y a su confianza vas a poder resurgir de las crisis,  resucitar de las pequeñas muertes que depara la vida.  Gracias a su amor vas a experimentar con veracidad la intensidad y ternura con que Dios te ama.  

 

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