Martes 30 de Abril de 2024

PSICOLOGIA

2 de septiembre de 2016

La cultura consumiosta conductas de premio y castigo

La comida no es buena opción como estímulo. Es una conducta cada vez más instalada en la que se priorizan alimentos poco saludables. La repetición puede llevar a malos hábitos. Influencia del modelo de los padres y la cultura consumista.

Luego de una semana de muchas tareas y haber obtenido buenas calificaciones, Marta sabe que podrá celebrarlo: el fin de semana lo llevarán a ese lugar donde hacen la hamburguesa con papas fritas que tanto le gustan. 

Es muy común premiar a los chicos desde el plano gastronómico e incluso tapar algunas ausencias llevándolos al quiosco. Lo mismo ocurre cuando hay algo que celebrar y ni hablar de lo que ocurre cuando asisten a un cumpleaños.

En definitiva se termina comiendo por cuestiones ajenas a lo meramente alimentario o nutricional lo cual, si es un hábito instalado, podría conllevar conductas inadecuadas frente a las comidas. 

Médicos y nutricionistas consultados reconocen esta práctica como bastante habitual y la cuestionan. 

Ana Houdek, presidenta de la Sociedad Argentina de Pediatría, consideró que esas conductas están asociadas al nivel socioeconómico y son más habituales en las clases medias y altas.

“Tienen la costumbre de ir a comer a algún lugar que les gusta cuando han logrado alguna meta. También en clases altas se ven adolescentes que comen mucha comida chatarra en grupo”, advirtió. 

Desde su punto de vista “si es de vez en cuando no pasa nada, pero si es muy seguido es más complicado porque sabemos que es importante que tengan una dieta equilibrada y variada”. 

A esto, se suma que el tipo de alimentos que se elige para los “premios” suelen ser justamente aquellos menos sanos en detrimento de los más saludables, los cuales quedan relegados en cuanto a su valoración. 

Por otra parte, dijo que ya no se ve tanto que se castigue a través de la comida, por ejemplo quitándoles el postre. En este sentido, la licenciada en Nutrición, Mónica Lizárraga, consideró que “quitarles la comida es un castigo que no corresponde ya que lo que debería hacerse es dialogar: te lo doy, pero hablemos”. 

 

Reflejo

En realidad se trata de una conducta que refleja actitudes de los adultos y, en el caso de los niños, de los padres, que son los que propician las elecciones.

Comer por necesidades que van más allá de sentir hambre o cuestiones metabólicas, en definitiva por otras causas, es tan habitual que casi no es registrado como problemática que requiere atención. Se come para premiarse por un logro, una jornada laboral; se celebra y se hacen reuniones comida mediante o se tratará de calmar angustias y dolores con algo que gusta.

En definitiva, cuando este tipo de premiación -o castigo- es común y reiterada en el caso de los niños, de algún modo se los induce a vincular los alimentos con lo emocional o a comer por razones incorrectas lo que puede llevar a desórdenes. 

“Esto influye en aprender malos hábitos alimentarios, ante un problema emocional el chico se puede esconder para comer o llevarse cosas a la escuela; muestra la ansiedad a través del alimento”, explicó Lizárraga. 

Esto es particularmente importante en un contexto en que el sobrepeso y la obesidad ganan terreno en la infancia para afectar a más de 30 por ciento de los niños mendocinos. 

Incluso, Houdek relató que muchos chicos con sobrepeso toman como un castigo cuando se les quieren reducir las porciones de ciertos alimentos. 

 

Objeto de consumo

Laura Alcaraz es licenciada en psicología y directora de Aabra -un equipo interdisciplinario que trabaja en problemáticas de consumo-. Señaló que en la clínica se ve en forma permanente la posición de exceso en torno a la alimentación en general.

Señaló que de acuerdo al deseo se elige qué tipo de comida se quiere consumir, mientras que los niños tienen a su disposición una amplia oferta de espacios vinculados a la comida que no existía hace 30 años.

“Familiarmente se ve cada vez más un desorden alimentario en todas las edades en una sociedad que nos lleva permanentemente a comer y no por hambre”, apuntó. Esto en el caso de las personas con un poder adquisitivo que les permite elegir. 

Señaló que se celebra con comida porque la alimentación es un aglutinante social e incluso es una forma de vincularse afectivamente con el otro, como ocurre desde un primer momento con la lactancia. 

Se trata de cuestiones culturales, como también en este contexto de consumo “la gente compensa estados anímicos con objetos y el alimento es un objeto”. 

Desde su punto de vista en cuanto las causas y consecuencias, nada es unicausal, sino que siempre hay diversos condicionamientos y, de tenerse esta práctica, no necesariamente se va a relacionar toda la vida el postre con un premio. Sin embargo “nos premiamos con comida como nos premiamos con ropa y está asociado a la subjetividad”.

 

El valor de los momentos o actividades

Una alternativa es aprender que hay otras cosas que no son comida para premiar o premiarse y que éstas no necesariamente deben ser un objeto que se compra, ya que esto es una nueva manifestación de la cultura consumista.

Una opción es premiarse con momentos o con actividades que nos dan placer. Para las especialistas lo ideal es que sean al aire libre y que incluyan actividad física para agregarles el plus de lo saludable. 

De todas formas, si igualmente se prefiere optar por una comida rápida, Ana Houdek consideró que una vez por semana sería algo aceptable siempre y cuando el resto de la semana se tenga una buena alimentación, suficiente y variada. 

En tanto, Mónica Lizárraga mencionó algunos tips para tener en cuenta y calmar la ansiedad del niño: ofrecerle alimentos saludables como una brochette de frutas o gelatina con frutas. “Fuera de los alimentos, salir a hacer una caminata con el niño por el barrio y ver qué árboles hay o cuántas baldosas de tal color, así se distrae la mente del chico y se hace actividad física”, sugirió.

También se puede optar por hacerlo partícipe de la preparación de comidas saludables, aprovechar para explicarle sobre sus beneficios y, de paso, compartir un buen momento. 

 

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