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26 de febrero de 2017

¿Tenés tarea? sentidos y sinsentidos

Las tareas extraescolares, los “deberes”, como cualquier estrategia didáctica, tienen que tener un sentido educativo que los justifique.

¿Que se sentido le otorgan los padres ? La escuela debe apoyarse en la búsqueda de brindar al estudiante más y mejores posibilidades de aprendizaje.

“¿Tenés tarea?” Las tareas extraescolares son herramientas de la escuela que han permitido expandir la jornada educativa más allá de sus límites temporales. En este sentido, han cumplido y cumplen distintas funciones en el marco de la propuesta educativa. Estos deberes, en algunas ocasiones, tienen la noble intención de afianzar o complementar lo aprendido en clases, en otras se transforman en un regulador de la conducta en las mismas, “si se portan bien, hoy no les doy tarea”, o en la respuesta cómoda a padres que demandan ocupación del tiempo para sus hijos en casa, “¿cómo puede ser que nunca tengan tarea?, en la casa no hacen nada para la escuela”.

En las escuelas primarias y secundarias la tarea extraescolar entra en pugna con el objeto del deseo de los niños y niñas: el juego. “Primero hacés la tarea y después salís a jugar”, “¿puedo jugar? hoy no tengo tarea”. Estas expresiones típicas parecen señalar que la tarea extraescolar suele estar reñida con el placer; por el contrario, se las vincula más con el deber que con el deseo.

En distintos países de Europa y América Latina se ha trabajado a nivel gubernamental sobre la posibilidad de regular los pedidos de deberes que hacen los docentes, entendiendo que la cantidad solicitada habitualmente ha sobrepasado el límite de lo razonable y ha invadido el tiempo que debería estar dedicado a la familia y al juego. Esto de la mano de asociaciones civiles de padres que han organizado campañas que han llegado hasta la “huelga de deberes”, reclamando racionalidad en la demanda de tareas por parte de la escuela. Asimismo, algunos teóricos de renombre, estudios académicos y organismos internacionales, como la OMS y la ONU, señalan que los deberes extraescolares son directamente contraproducentes.

Aunque parezca obvio recordarlo, todos los estudios y reflexiones sobre la potencialidad o perjuicio de cierta herramienta educativa, deben ser repensados en nuestro contexto para que puedan tener algún valor analítico. Por ejemplo, los movimientos de protesta en relación con el exceso de deberes extraescolares han surgido en lugares con una jornada educativa universal de ocho horas.

En cada caso, pensar en las tareas extraescolares supone revisar nuestras concepciones educativas y desentrañar varias preguntas esenciales de la agenda pedagógica: qué es importante aprender en la escuela, cómo se aprende y se enseña, cuándo pueden o deben ocurrir estos procesos, con qué materiales debe apoyarse la enseñanza, entre varias otras preguntas relevantes que dan sentido y direccionalidad a lo que hace la institución educativa con los jóvenes estudiantes.

Una consideración importante para analizar el pedido de deberes, es que los mismos suponen la disponibilidad de ciertas condiciones para cumplir con lo solicitado. Sabemos que muchos hogares tienen serias dificultades para aportar las condiciones necesarias para llevar a cabo las tareas: espacio y ambiente adecuado, materiales, adultos con tiempo, disposición y ciertos conocimientos para acompañar el proceso requerido, entre otras. Con ello, la demanda de tareas quizás acentúa las desigualdades en lugar de compensarlas. Respecto del uso del tiempo, cuando solicitamos tareas estamos ocupando el tiempo que disponen los estudiantes para jugar, recrearse, compartir en familia o acceder a otros aprendizajes que la escuela usualmente no brinda, todas actividades con amplio valor educativo en la formación de habilidades cognitivas y sociales.

Aunque no es conveniente generalizar, podemos decir que una tarea que se restringe a repetir lo hecho en clase sin más objetivo que hacer más de lo mismo, salvo para ciertos casos, tiene escaso valor pedagógico; peor aún cuando esto se hace solo para satisfacer las demandas de padres que reclaman alguna actividad que mantenga ocupados a sus hijos. En este mismo sentido, el pedido de tareas que busca concretar lo que no se alcanza a desarrollar en clases, desplaza la responsabilidad de la escuela a la casa y constituye una ampliación encubierta de la jornada escolar.

En cambio, si las tareas extraescolares se constituyen en un espacio de indagación de información del medio cotidiano de los alumnos para que éste sea analizado y resignificado en clases o en una posibilidad en la que se pueda contextualizar y emplear lo que los docentes enseñaron en la institución, la tarea asume un sentido distinto, en el marco de una escuela que aporta herramientas para analizar la realidad circundante de los propios destinatarios. También la escuela puede promover que los deberes en casa favorezcan procesos de personalización y profundización de los saberes, recuperando los intereses particulares de los estudiantes, así como el desarrollo progresivo de la autonomía en las estrategias de aprendizaje, la autorregulación del tiempo y la construcción de esquemas personales para la resolución de problemas.

En síntesis, las tareas extraescolares, como cualquier estrategia didáctica, deben tener un sentido educativo que las justifique y ese sentido debe apoyarse en la búsqueda de brindar al estudiante más y mejores posibilidades de aprendizaje. Por tanto, conviene revisar constantemente su finalidad para que no se conviertan en un hábito carente de significado. Si no existen mayores justificativos para solicitar una tarea extraescolar deje a los niños jugar y compartir tiempo con la familia y amigos, también ahí estará aprendiendo.

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