Jueves 28 de Marzo de 2024

COMPROMISO SOCIAL

6 de marzo de 2018

El placer es la única condición

La propia conciencia de estar aprendiendo, cuando uno mismo creía que no era posible, aumenta la autoestima y la confianza en sí mismo y facilita nuevos logros.

Según el estudio “La educación en la vejez: razones para participar en programas educativos y beneficios que se obtienen”, realizado por la Universidad de Barcelona, los mayores fundamentalmente aprenden por el placer de aprender, lo cual les proporciona elevados niveles de satisfacción y disfrute.

Cuando los fines utilitarios de estudiar para recibir un título, desarrollar habilidades o conseguir trabajo pierden peso, aparecen motivaciones más profundas que van en dirección a lograr estados de bienestar más plenos.

Estas metas, consideradas del orden de lo expresivo, también encarnan el crecimiento intelectual y su desafío cognitivo. La propia conciencia de estar aprendiendo, cuando uno mismo creía que no era posible, aumenta la autoestima y la confianza en sí mismo y facilita nuevos logros. Este círculo virtuoso se completa con el otro gran fruto del proceso de aprendizaje: la recuperación de los vínculos, que crecen junto con otros pares con quienes se va reconstruyendo la trama social próxima.

RELACIONADAS

La educación para adultos mayores suma nuevos desafíos
Rosa Moreno dedicó gran parte de su vida a la familia, pero un día quedó sola. Los hijos partieron y ella enviudó. Se imaginó acabada y la angustia le fue quitando la sonrisa. Un día su hija le abrió una ventana y también una puerta. Y ella aceptó salir, ya no había más nada que perder. Desde hace apenas un año participa del programa educativo del Cepram y hoy sus palabras, su vida, son la síntesis más lograda de lo dicho sobre educación en la vejez. “Llegué en un momento malo de mi vida, me quedé viuda y no sabía qué hacer. Si mi hija no me hubiera traído, creo que estaría en una mecedora en mi casa. Hoy tengo muchos amigos, aprendí cosas que creía que ya no estaba a tiempo de aprender”. Ella no lo sabía, pero allí estaba. Porque la memoria no guarda todas las fórmulas ni definiciones aprendidas, pero sí las horas vividas en un aula. Los rituales, los logros, el nacimiento de la amistad y el crecimiento personal, las anécdotas, las risas y los descubrimientos trazaron esa huella que recuerda que estamos hechos de educación, de aprendizajes y de amor.

Aprender, una felicidad

Esta nueva representación social ha producido cambios profundos en lo cultural, social y personal. Ha inaugurado una nueva vía de abordaje del envejecimiento, ha expandido el campo y las metas de la educación y ha unido a esta definitivamente a la vida. Los testimonios de unos y otros dan cuenta de esa amalgama. Para Irene Graffi, psicopedagoga, docente jubilada y alumna de los cursos para mayores del Cepram, aprender es la mejor manera de sentirse viva. “El aprendizaje académico y el social son valores que nos nutren para estar vivas. A mí me encanta venir aquí y tener contacto con saberes reales para poder trasmitirlos a mi vida cotidiana. Me siento útil con los demás y me siento digna de mí misma. Siento que este es mi mundo, el seguir aprendiendo todos los días”.

Marta Marzetti, compañera del mismo espacio, lo percibe de igual manera: “Si uno no sigue aprendiendo, de alguna forma se muere, por eso este lugar me ha ayudado a crecer, a tener proyectos, amistades, a modificar mi pensamiento, a ser más abierta, flexible. Estoy muy feliz”. Experimentar la felicidad a partir del aprendizaje es una de las aspiraciones más elevadas de la educación que ha encontrado terreno fértil en la senectud.

COMPARTIR:

Comentarios

Escribir un comentario »

Aun no hay comentarios, sé el primero en escribir uno!