Sábado 5 de Octubre de 2024

EDUCACION

28 de enero de 2021

Reconstruir el hábito de volver a clases presenciales

Establecer conductas progresivas que generen un equilibrio entre los tiempos de obligaciones y los tiempos de ocio.

Las vacaciones poco a poco están llegando a su fin, para dar inicio a un nuevo ciclo. ¿Cómo hacerlos arrancar? Cómo preparar a tus chicos para volver.

Para los chicos es necesario que la incorporación de obligaciones se haga de forma paulatina.
 


Como cantaba Vox Dei en los años ‘70: “Todo concluye al fin, nada puede escapar. Todo tiene un final, todo termina”. Y sí, las tan amadas vacaciones tocan a su fin y están tan cerca de terminar que intentamos aferrarnos a ellas a como dé lugar: seguimos juntándonos con amigos, amanecemos viendo películas o disfrutamos la noche hasta altas horas en algún bar. Lo cierto es que, el tic tac del reloj  nos dice que llegó el momento de despedirse. Y, no sólo nos pasa a los adultos, a los más pequeños también. La época estival es el mejor momento para disfrutar “el no hacer nada” y si lo es tanto para los grandes, ¡imagínate para los pequeños! También tienen que volver a una rutina. Lo que nos diferencia de ellos es que -quizás- estemos más preparados para afrontar la “pérdida” del verano, arremangarnos y salir a vivir el nuevo año; mientras que niños y adolescentes merecen y necesitan un período de tiempo para acomodarse a esta nueva etapa.  


 
Durante la etapa estival, los más pequeños fueron los que -seguramente- le sacaron el jugo a los días de pileta, salidas al cine o paseos en bicicleta. Otros, disfrutaron de la cama al dormir un poco más o, aprovecharon para ponerse al día con sus amigos jugando algún juego en red. Lo cierto es que ahora tienen que soltar los días de relax y comenzar a “remontar el barrilete” del inicio de año (especialmente la escuela y actividades extraescolares). ¿Cómo hacerlos arrancar? Quizás estás mirando a tu alrededor y ves que a tu hijo le quedan materias por rendir, tiene que empezar a estudiar y lo ves poco motivado y sin entusiasmo. O, quizás, es mucho más pequeño y te apena tener que cortar sus juegos y divertimento para comenzar a tomar el timón del año. Y, cual Cruella Devil , los padres son los promotores en esta nueva aventura de inicio de actividades.  

 
Durante un tiempo se habló de la depresión post vacacional como una idea de tristeza por la pérdida a los días de flojera. Y “si bien no existe de forma tipificada en los manuales de trastornos mentales, muchas personas podrían experimentar un estado de ánimo marcado por  la ansiedad, fatiga, dificultad para concentrarse o cierto vacío,  asociados a la reanudación de la rutina y al año que comienza, con todas las responsabilidades, horarios ajustados y nuevos desafíos que el mismo conlleva”, comienza a analizar la psicóloga Victoria Atencio. En la misma sintonía, Mariela Fermento -psicóloga-, coincide en que no existe la depresión post vacacional como entidad clínica, pero “es cierto que puede existir una dificultad para volver a adaptarse a la rutina diaria escolar, laboral, etc.”.  Cabe destacar que, en caso de darse algún tipo de estado que genere ansiedad, “no debería extenderse más que unos días, y con el sólo hecho de retomar las actividades usuales, la persona tendría que acomodarse a la rutina nuevamente”, afirma Atencio.  
 
Y si bien no existe tal depresión, sí son evidentes algunos síntomas o signos que nos dicen que algo está pasando. Y eso se llama “no querer dejar el verano atrás”. Estas manifestaciones -físicas y emocionales- pueden darse tanto en niños, adolescentes como en adultos. Según Denis Rubert, psicóloga, los síntomas se presentan “cuando la persona no puede adecuar sus tiempos de trabajo, estudio, etc. con sus tiempos de ocio. Pueden aparecer distintos pensamientos que le indican que su rutina no tiene sentido o el conocido ‘para qué tanto esfuerzo’, como ejemplo de distintas distorsiones que generarían este síndrome”.  

Entre las señales que aparecen se destaca la tristeza, dificultad para conciliar el sueño, fatiga, ansiedad, el estado de ánimo puede ser irritable, malestares físicos como fiebre, dolores estomacales, aburrimiento. De igual modo, hay que tener en cuenta la singularidad de cada niño ya que estos signos no son más que la forma que tienen para “somatizar ciertas molestias emocionales, al no poder adecuar sus tiempos y expectativas a los tiempos exigencias de la escuela, padres, actividades extraescolares, etc.”, señala Rubert. Aunque, “no siempre están presentes en los niños y/o adolescentes que disfrutan de sus actividades, o que encuentran motivación en sus rutinas, como volver a reencontrarse con compañeros y amigos de la escuela, no se observan dificultades”, añade Fermento.  

Pero, ¿cómo volver a la rutina? Quizás tu hijo sea aquel que desea volver a la escuela para reencontrarse con amigos y compañeros o, quiera retomar sus actividades extraescolares. ¡Eso es un buen comienzo! Pero, están aquellos que sienten con pesadez este retorno; tanto que hasta el humor les cambia, llegan las quejas, las molestias, los enfados y las críticas. Los resquemores aparecen a flor de piel. “Para hacerlo más llevadero, es importante que los padres puedan ir anticipando a los niños cada nueva etapa o evento que llega para que ellos vayan haciéndose a la idea progresivamente y hacer todas las preguntas que les surjan. De esta manera, mantenemos un diálogo abierto con nuestros hijos y evitamos sorpresas. En este sentido, es importante escuchar al niño y, si se lo observa angustiado o preocupado, indagar sobre los motivos de estos sentimientos, ya que probablemente descubramos que están asociados a temores o ideas irracionales, tal vez basados en el desconocimiento o falta de información con respecto a alguna situación”, agrega Atencio marcando el terreno que, indudablemente, tienen que ocupar los padres en esto de “volver a la rutina”.

Y, empapada con la misma idea, Fermento enfatiza el rol fundamental de papá y mamá “ya que los niños observan y a veces los imitan: Si un adulto manifiesta desagrado, falta de ganas y desánimo, probablemente el niño lo viva de la misma manera”. De ahí la importancia de prestar atención a lo que se dice y se hace frente a nuestros niños y niñas   “somos el primer modelo a seguir. Es común que uno se queje del trabajo, de los lunes, de las responsabilidades, etc., y esto crea una imagen de “carga”, de algo desagradable, que es esperable que los niños trasladen a sus propios compromisos, que en este caso tienen que ver con la escuela, generándose un “monstruo” en relación a ella”, añade Atencio.  “De esta manera, respaldamos nuestras palabras con hechos concretos y no transmitimos un doble mensaje; por ejemplo decirle al niño ‘¡La escuela es linda, vas a aprender muchas cosas!’, o ‘Es tu obligación, no te quejes’, luego de haber llegado del trabajo, quejándome de él, de lo poco que cobro y de mi jefe, y ansiando que lleguen las vacaciones. Con esto no quiero decir que uno no pueda estar disconforme con su trabajo o tener días malos, sino que hay que estar más atentos a lo que uno habla en presencia de los niños y cómo nos expresamos frente a ellos”, refuerza.
 
Para colaborar con los niños y adolescentes, una buena idea es “establecer conductas progresivas que generen un equilibrio entre los tiempos de obligaciones y los tiempos de ocio”, destaca Denis Rubert. Como estrategia puede servir el anticipar verbalmente que ya se terminan las vacaciones y que hay que retomar las distintas conductas y actividades. Por otro lado, como en todo el proceso educativo, es importante transmitir de una manera clara y precisa “qué es lo que los padres esperan de los niños. En este caso, relacionado a la escuela, podría ser explicar a qué hora nos levantamos, si el niño se debe vestir solo, qué desayunamos y cuánto tiempo tenemos para hacerlo, qué rituales de higiene se llevan a cabo y si el niño lo hará solo o con ayuda, a qué hora debemos salir de casa para llegar a tiempo, etc. De esta manera, establecemos reglas de juego claras, donde todos sabemos cómo comportarnos y qué se espera de nosotros”, aporta Atencio. Asimismo, como adultos debemos respetar los tiempos de los más pequeños -especialmente-. Al respecto, Fermento recomienda “no regresar -en caso de haber salido a algún lugar- un día antes de volver a la rutina, sino que tengan días para “descansar de las vacaciones” y de a poco ir retomando horarios, obligaciones, tareas, tomarse tiempo para ordenar la casa y las valijas, etc”. Además, tener la constancia de “acompañar a los niños, siendo un ejemplo, y que traten de vivir ellos también el regreso a la rutina como algo normal y necesario”, cierra. Arrancar el año no debe ser un intento doloroso y fastidioso, sino el inicio de un buen ciclo y en esta tarea los padres tienen un rol más que importante y, sobre todo, significativo.

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