Jueves 28 de Marzo de 2024

EDUCACION

7 de septiembre de 2021

¿Qué es la autoestima? ¿Cómo se construye?

Trabajar desde sus fortalezas y construirás una muy buena imagen desde su ser íntimo.

¿Cuánto influye nuestra mirada como padres en cómo se ven nuestros hijos?

La autoestima de nuestros hijos se construye a partir de nuestra mirada, nos dice la psicóloga Maritchu Seitún, por eso, como padres y madres es fundamental estar atentos a nuestras propias exigencias y expectativas.

“Mamá, soy un tonto”, dice Pedro, de 7 años. “Siempre me sale todo mal”, comenta Juana, de 11. A veces, nuestros hijos se juzgan con una vara implacable; otras, no lo dicen a viva voz, como en el caso de Pedro y Juana, pero denotan con su actitud –timidez, temor y otros síntomas– una falta de amor a ellos mismo. ¿Qué es la autoestima? ¿Cómo se construye? ¿Cuánto influye nuestra mirada como padres en cómo se ven nuestros hijos?

La autoestima habla de la imagen de nosotros mismos; implica –según dice Dorothy Corkille Briggs, autora de El niño feliz– que un chico se sienta querido, querible –o sea, merecedor de ser querido–, valioso y competente.

“Durante los primeros años, la autoestima se va construyendo a partir de la mirada de los padres. Con el correr del tiempo, esa imagen se va internalizando y se convierte en la propia imagen que el chico tiene de sí mismo”, explica la reconocida psicóloga Maritchu Seitún, autora del libro Capacitación emocional para la familia.

A principios del siglo XX, y en siglos anteriores, los chicos eran indispensables en las casas; ayudaban con los hermanitos menores o con el trabajo de sus padres. Esto les permitía sentirse valiosos y competentes desde muy pequeños. “Hoy la realidad cambia; muchos chicos pasan largas horas en el colegio y ya no se sienten tan útiles. Por otra parte, cada vez son más los padres con poca tolerancia al hijo ‘imperfecto’. Estos progenitores suelen poner su propia autoestima en el resultado de la crianza y, por ende, se vuelven muy exigentes a la hora de educar a sus hijos”, sostiene la especialista.
 
Síntomas que hablan por sí mismos

Los síntomas típicos que enmascaran una baja autoestima de los chicos son los problemas de conducta y algunas dificultades de rendimiento escolar. El hostigamiento (bullying), la inseguridad, el malhumor, la exigencia, la pereza, la falta de responsabilidad, la forma de ser demandante son señales posibles de esta problemática.

“También hay chicos muy sensibles, que sufren cuando sienten que no pueden cumplir con las expectativas de sus padres. Por ejemplo, cuando los adultos les piden que se queden quietos o que no vuelquen un vaso de agua, y ellos no pueden. Un chiquito se puede sentir mal cuando tiene un proyecto imposible de concretar a su edad, como dibujar, o patear la pelota a los 4 años como si tuviera 8”, explica Seitún.

Es importante estar atentas: la tristeza, la falta de ánimo o de confianza en sí mismo, el temor al fracaso, el no querer intentar cosas nuevas pueden ser pistas claras de esta problemática. Los caminos para detectar una baja autoestima son muchos. A veces, se esconde detrás de una gran necesidad de destacarse (“Dime de qué alardeas y te diré de qué careces”, sostiene el dicho); otras, la vemos en chicos que continúan queriendo tiranizar con malos modos porque en realidad no se sienten merecedores de aquello que piden.

Es importante tener en cuenta que la autoestima puede bajar también cuando en algún aspecto los chicos no se sienten semejantes a los de su edad, ya sea en estatura, inteligencia, fuerza física, belleza, destrezas o capacidad intelectual. “No hay una sola autoestima, puede haber muchas, y quizá la tengan alta en algún aspecto y baja en otro”, dice Maritchu.

Padres: cómo los miramos

La manera en que miramos a nuestros hijos es decisiva en cómo ellos se van a ver tarde o temprano. Los chicos están atentos a esta mirada, la perciben, la sienten. “Por eso, es fundamental que como padres revisemos nuestra propia autoestima y tratemos de mejorarla para no pretender que nuestros hijos ‘perfectos’ la hagan subir. Busquemos éxitos personales en otros temas, más allá de los hijos, para no cargarlos con la responsabilidad de que sean nuestro único o principal ‘proyecto’ personal. Revisemos nuestras autoexigencias porque seguramente les pidamos a ellos en la misma medida en que nos exigimos a nosotros mismos. No les pidamos aquello que nosotros no pudimos hacer y tampoco impongamos lo que sí hicimos como único camino valioso”, aconseja la psicóloga.

Pero eso no es todo. Cuando llega la adolescencia, es necesario no competir con ellos. Su deseo de rivalizar no deberá encontrar eco en nosotros.

“Hagamos el duelo del hijo deseado y pasemos a aceptar el hijo real, ¡tan perfectamente imperfecto como nosotros mismos!”, concluye Seitún.

Consejos para mejorar su autoestima

Revisar nuestras expectativas. Ellos se desaniman si nada nos alcanza.

Separar a la persona de la conducta. Una cosa es decirle a un hijo: “Sos un inútil”, y otra: “Amor, vos podés hacerlo mejor”. En definitiva, siempre debemos resguardar a la persona.

Es aconsejable ampliar nuestra capacidad para tolerar una gama de emociones creciente en nuestros hijos. Por eso, lo ideal es optimizar –ya sea con un buen terapeuta o con un trabajo personal fuerte– nuestros recursos para regular su conducta con menos enojos y amenazas.

No usar la tristeza, la desilusión o la ofensa como recursos de manipulación. Reservemos esos sentimientos para las situaciones en las que son reales.

Trabajar desde sus fortalezas. Cuando Juana viene con un 8 en un dictado, nos abalanzamos sobre las cuatro palabras que escribió mal en lugar de mirar las veinte bien escritas. De alguna forma, sin decírselo literalmente, le estamos dando a entender que esperábamos un 10. Lo hacemos con la mejor de las intenciones, pero resultaría mucho mejor que miráramos primero las muchas palabras que escribió perfectas. Lo mismo va para el juego de fútbol, para los modales en la mesa, para todo: primero resaltar lo bueno, y cuando el chico se siente seguro y bien mirado, lo ayudamos a mejorar algún pequeño aspecto.

No mentir: las mentiras del estilo de “Qué bien jugaste” (cuando no fue así) no ayudan. Es mejor decirles: “Cómo corriste”, o “Cómo te esforzaste”, o “Te vi muy atento en un momento”.

 

 

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