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EDUCACION
19 de junio de 2018
¿Por qué debo amar a mis enemigos?. Es que perdonando al prójimo me perdono a mí mismo.
Un hombre sabio dijo una vez que el rencor es una carga demasiado pesada para llevar. Seguro que conoces a gente dolida, que vive masticando una raíz amarga. Tiene aliento de yerba venenosa y sus palabras son como aguijones. Muchas veces al hablar juzga y encasilla a los demas en dos grupos: Los que le han hecho daño, y los que les harían daño si pudieran. Es una lata tener compañeros de estudios así. No sabes en qué momento va a intentar devolverte a tí lo que otros le hicieron.
Esas personas no conocen el perdón.
También conozco gente que camina por la vida con soltura, con los hombros relajados y balanceando los brazos. Pueden detenerse a charlar con cualquiera en la calle, y están dispuestos a hacer un amigo, si la otra persona no tiene problema de relacionarse con ellos. En mi familia le llamamos a eso: “Tener la sangre liviana”. Es refrescante conversar con estas personas, y muchas veces uno aprende de la sabiduría de la vida al hablar con gente así. Al despedirte de alguien así, dices: “Qué interesante cómo piensa fulano de tal sobre este tema que platicamos”.
Jesús era así. Tuvo amigos entre los seguidores de su tiempo, tanto como entre los esclavos del sistema, los deshonestos y los de malos antecedentes. Y Jesús amaba a todos. Cuando le hicieron mal, cuando sus amigos le abandonaron, cuando le vendieron por 30 monedas, cuando se burlaban de él clavados en otra cruz, Jesús perdonó. Perdonó. No se hizo problema. Sencillamente sabía que mejor era descargase del resentimiento y volver a tener expectativa de reconciliarse con esa gente.
En Juan 21 puedes encontrar cómo Jesús fue a buscar a esos amigos que fallaron. Imaginate a Jesús clavándole los ojos a Pedro, y diciéndole: “En realidad me amas, ¿O solo me aprecias?”
Puedes escoger viajar por la vida ligero de equipaje, con el corazon abierto y vulnerable otra vez; o endurecido por tu caparazón de defensa personal, con 80 kilos de rencores y registros detallados de cómo te hirieron. Dentro de tu burbuja impenetrable hay soledad, miedo de ser herido, y hambre de ser apreciado y abrazado. El corazón vulnerable sigue allí, con las mismas necesidades.
Si eres valiente vas a exponerte de nuevo. Para amar debes conocer a la persona que amas, así como Jesús te conoce a vos, y te ama con todo lo que eres. Lee Col. 3.13
Cuando alguien te hiere, se encadena contigo. Es como que ellos te lanzan una cadena que se enreda en tu cuello. Ellos siguen atados del otro lado de la cadena. Ellos esperan que tú les devuelvas el golpe y te enredes más. Pero si tú te sacas la cadena del cuello, eres libre. Ya no les debes un golpe, ya no entras en ese juego. Si ellos se quedan arrastrando su lado de la cadena y no te piden perdón, es otra cosa. Vos ya eres libre. Les deseas lo mejor, oras a Dios pidiendo que ellos tambièn conozcan el perdón.
Transfórmate en un mensajero de perdón y libertad. Anda ligero de equipaje.
Si tienes enemigos de verdad, puedes perdonarlos en serio. Escribe en un papel cómo te ha ofendido y herido, debes hablar en voz alta, y decir: “Yo perdono a fulano por haberme …” Y luego puedes pedir a Dios por ellos. Pide que sean libres del odio y la revancha. Anda con cuidado, no recibas golpes gratis, pues dice el sabio que
“…el prudente ve el peligro y lo evita; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias”. Prov.22.3
Para lo único que debemos tener el caparazón, es para el rencor.
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